El C&oacute;digo Alimentario Argentino incorpor&oacute; nuevos productos de gran importancia para la provincia de R&iacute;o Negro: el orujo de manzana y las harinas de dos algarrobos nativos de la Patagonia (cald&eacute;n y alpataco). Para que esto fuera posible fue muy importante el trabajo realizado por investigadores del Centro de Investigaci&oacute;n y Transferencia de R&iacute;o Negro (CIT R&iacute;o Negro, CONICET-UNRN) junto con productores locales. El orujo de manzana es un subproducto solido de las industrias de la sidra y el jugo, con alto contenido en fibra y antioxidantes. Las harinas de alpataco y cald&eacute;n, adem&aacute;s de ser ricas en hidratos de carbono, fibras y prote&iacute;nas, no poseen gluten, lo que las vuelve aptas para cel&iacute;acos. <p style="text-align: center;"> Aprovechamiento del orujo de manzana Para el investigador del CONICET Andr&eacute;s Felipe Rocha Parra, uno de los cient&iacute;ficos responsables de impulsar la inclusi&oacute;n del orujo de manzana en el CAA, es muy importante poder aprovechar este subproducto en la producci&oacute;n de alimentos debido a que posee propiedades que son ben&eacute;ficas para la salud. Para dar una idea de los vol&uacute;menes que se generan de este residuo, Rocha Parra cuenta que de las aproximadamente 500 mil toneladas de manzana que se producen por a&ntilde;o en R&iacute;o Negro, cerca de un 32 por ciento (es decir, unas 160 mil toneladas) se industrializa, pero de ese porcentaje industrializado, se aprovecha efectivamente entre la mitad y el 70 por ciento para la producci&oacute;n de jugo o sidra, mientras el resto est&aacute; compuesto por orujo. Por lo que anualmente se pueden llegar a desperdiciar entre 48 mil y 80 mil toneladas de un producto que se podr&iacute;a utilizar para producir alimentos nutritivos. &ldquo;Al problema del desperdicio se suma el impacto ambiental, porque al ser un material h&uacute;medo y con mucha materia org&aacute;nica, si no se trata bien, puede fermentar y contaminar&rdquo;, remarca Rocha Parra. Rocha Parra relata que para lograr la inclusi&oacute;n de este remanente industrial en el CAA desde el CIT R&iacute;o Negro trabajaron codo a codo con representantes de las agroindustrias del Alto Valle del r&iacute;o Negro, que hace mucho tiempo ten&iacute;an el problema de qu&eacute; hacer con el orujo. &ldquo;Al estar regulado, se puede usar como ingrediente en panes, snacks o barritas de cereal. Esto le da un nuevo uso a algo que antes era un residuo, brindado una oportunidad que ayuda a mitigar el impacto ambiental de este material y ofreciendo a la sociedad un ingrediente natural&rdquo;, afirma. Formalmente, fue la Universidad Nacional de R&iacute;o Negro (UNRN), a trav&eacute;s de la Planta Piloto de Alimentos Sociales, ubicada en Villa Regina, la entidad que solicit&oacute; la inclusi&oacute;n del orujo de manzana en el CAA. Actualmente, Rocha Parra lidera un proyecto para la obtenci&oacute;n y aplicaci&oacute;n de harina de orujo de manzana en el desarrollo de productos panificados de alto valor nutricional y funcional. En el marco de este proyecto, espec&iacute;ficamente durante el desarrollo de la tesis doctoral de la becaria del CONICET Claudia Arias, encontraron que hay dos grandes tipos de orujo seg&uacute;n la manera en que se procesa: uno con c&aacute;scara, semillas y ped&uacute;nculo, y otro que adem&aacute;s lleva pulpa. &ldquo;El que tiene pulpa es m&aacute;s rico en aroma y sirve para productos horneados, mientras que el otro es mejor para snacks o alimentos con m&aacute;s fibra, ya sea para humanos o animales&rdquo;, afirma Rocha Parra. En cuanto a la fase actual del proyecto, el investigador cuenta que desde el a&ntilde;o pasado est&aacute;n trabajando con una extrusora de doble tornillo a escala piloto, para mejorar de la fibra de los subproductos locales (manzana, pera, uva), de manera que sea m&aacute;s beneficiosa o permita desarrollar productos con mayor contenido de antioxidantes, al romper la interacci&oacute;n de esta fibra con esos antioxidantes a trav&eacute;s de la extrusi&oacute;n. &ldquo;Este equipo nos permite no solo desarrollar alimentos para personas, sino tambi&eacute;n explorar opciones para animales, en colaboraci&oacute;n con otros investigadores o empresas&rdquo;, asegura el cient&iacute;fico. Por otra parte, Rocha Parra cuenta que ya se encuentran trabajando para que el orujo de pera tambi&eacute;n sea incorporado en el CAA, siguiendo el mismo camino que con el de manzana. Para concluir, Rocha Parra destaca que hace ya cuatro d&eacute;cadas que se produce jugo en el Alto Valle de R&iacute;o Negro y que existe el problema de qu&eacute; hacer con el orujo. Si bien, en algunos casos, se usaba como compost, hasta ahora no se ha utilizado para la producci&oacute;n de alimentos destinados a consumo humano, dado que hasta hace poco no hab&iacute;a legislaci&oacute;n al respecto que lo permitiera. &ldquo;Al incluirlo el CAA les estamos dando una alternativa real, transformarlo en un ingrediente &uacute;til para alimentos, brindando a la sociedad una fuente alternativa y natural de fibra y compuestos antioxidantes, y contribuyendo a evitar un problema ambiental , afirma. El equipo est&aacute; conformado tambi&eacute;n por Diego Rocha Parra, investigador del CONICET en el CIT R&iacute;o Negro, Juan Laiglecia, jefe de Producci&oacute;n de la Planta Piloto, y las becarias doctorales del CONICET Claudia Arias y Jessica Liberati. <p style="text-align: center;"> Harinas de algarrobos nativos La solicitud de incorporaci&oacute;n de la harina de alpataco al CAA fue realizada por la UNRN, mientras la de la harina de cald&eacute;n fue elevada por una empresa. Sin embargo, en ambos casos la documentaci&oacute;n que se present&oacute; como respaldo fue resultado de investigaciones comenzadas hace varios a&ntilde;os por el equipo que hoy dirige Patricia Boeri, investigadora en el CIT R&iacute;o Negro Sede Atl&aacute;ntica y profesora de la UNRN. &ldquo;La caracterizaci&oacute;n nutricional del alpataco la iniciamos con mi tesis doctoral, financiada por la UNRN. La del cald&eacute;n es parte de la tesis doctoral de Daniela Dalzotto, que acaba de finalizar su beca doctoral del CONICET&rdquo;, se&ntilde;ala Boeri, La investigadora destaca que el alto valor nutricional las posiciona como una alternativa muy interesante frente a las harinas convencionales, a lo que se suman adem&aacute;s sus capacidades antioxidantes y antiinflamatorias, que las convierten en un alimento con beneficios adicionales para la salud. En relaci&oacute;n al impacto que puede tener la incorporaci&oacute;n de estas harinas al CAA, Boeri se&ntilde;ala que a pesar de haber sido una valiosa fuente de recursos para los pueblos de las zonas &aacute;ridas y semi&aacute;ridas de Argentina desde tiempos ancestrales, nunca hab&iacute;an sido formalmente reconocidas en el marco regulatorio nacional. &ldquo;La medida tiene especial impacto para la provincia de R&iacute;o Negro, dado que tanto el alpataco como el cald&eacute;n son especies emblem&aacute;ticas de nuestra regi&oacute;n&rdquo;, afirma la investigadora, La incorporaci&oacute;n al CAA de estas harinas representa una habilitaci&oacute;n formal clave para su comercializaci&oacute;n e industrializaci&oacute;n, lo que abre nuevas posibilidades para productores, cooperativas y peque&ntilde;as y medianas empresas agroalimentarias, fomentando as&iacute; el desarrollo local y la generaci&oacute;n de empleo en zonas rurales. &ldquo;Con esta resoluci&oacute;n, el Estado nacional no solo reconoce la inocuidad y calidad de estas harinas, sino tambi&eacute;n su considerable valor nutricional y su potencial como ingrediente funcional para la industria alimentaria&rdquo;, se&ntilde;ala Boeri. Adem&aacute;s de Boeri y Dalzotto, tambi&eacute;n forman parte del equipo los profesores e investigadores del CONICET en el CIT R&iacute;o Negro Lucrecia Pi&ntilde;uel y Daniel Barrio; y la profesora e investigadora de la UNRN Sandra Sharry.