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Ingeniería Sensorial: Texturas del Futuro en Alimentos Saludables

De los yogures ultracremosos con bajo contenido graso a los snacks que crujen sin freírse, las nuevas texturas del futuro están redefiniendo la frontera entre placer y bienestar. En este contexto, el placer ya no es un obstáculo para la nutrición: es el puente que la vuelve deseable y sostenible.

  • 03/12/2025 • 14:50
Fotos: Banco de imágenes

Escrito por: Eugenia Bonanno, Bromatóloga

 

Durante años, la innovación en alimentos saludables se centró en la composición nutricional: menos azúcar, menos grasa, más fibra y proteínas. Sin embargo, un producto puede ser nutricionalmente impecable y aun así fracasar si no genera placer al comerlo. En la nueva era del foodtech, el sabor ya no es suficiente: la textura se ha convertido en el lenguaje oculto del placer alimentario.

La ingeniería sensorial surge como la disciplina que traduce el disfrute en ciencia. Combina reología, acústica, neurociencia y tecnología de alimentos para diseñar texturas capaces de despertar las mismas emociones que los productos indulgentes, pero con perfiles nutricionales optimizados. La revolución consiste en hacer que lo saludable se sienta igual de delicioso.

De la nutrición a la neurociencia del placer

La aceptación de un alimento no depende solo de su sabor o valor nutricional, sino de cómo el cerebro interpreta su textura. La neurogastronomía , una rama emergente que estudia la relación entre percepción sensorial, emoción y cognición, demostró que la sensación táctil y sonora de los alimentos activa zonas cerebrales vinculadas al placer, la recompensa y la saciedad.

Cuando un alimento cruje, espumea o se funde en la boca, el cerebro libera dopamina y endorfinas similares a las que se activan ante experiencias placenteras no alimentarias. Este fenómeno explica por qué ciertos snacks son adictivos o por qué preferimos texturas cremosas: la textura estimula nuestro cerebro más allá del gusto.

Estudios de la Universidad de Oxford revelan que el sonido de la mordida puede modificar hasta un 30 % la percepción de frescura, mientras que la resistencia mecánica al masticar influye en la sensación de saciedad. En otras palabras, la textura “enseña” al cerebro cuándo estamos satisfechos. Este hallazgo redefine el enfoque del desarrollo de alimentos funcionales: si la textura puede modular placer y saciedad, también puede ayudar a crear productos saludables que la gente elija repetir.

Ingeniería sensorial: del laboratorio a la cuchara

La ingeniería sensorial combina percepción humana e inteligencia artificial para diseñar texturas que optimicen la experiencia del consumidor. Se trata de reproducir o reinventar las sensaciones táctiles, visuales y acústicas que hacen que un alimento resulte placentero.

Gracias al uso de modelos computacionales y machine learning, los desarrolladores ahora predicen la aceptación sensorial antes de fabricar el producto. Por ejemplo, un algoritmo puede anticipar qué combinación de proteínas vegetales e hidrocoloides generará una textura cremosa similar a la grasa, o qué nivel de aireado otorgará una sensación de ligereza sin alterar el sabor.

En los últimos años, esta ingeniería del placer se convirtió en un pilar estratégico de la industria de alimentos funcionales, que enfrenta el desafío de mantener la indulgencia sin comprometer la salud. Yogures proteicos más suaves, snacks sin fritura con crocancia intensa, helados plant-based que se derriten como crema: todos son fruto de esta nueva sinergia entre ciencia sensorial y nutrición inteligente.

Tecnologías que reinventan el placer

 Microestructuras que engañan al paladar

Uno de los grandes logros de la ingeniería sensorial es la creación de microestructuras que imitan la textura grasa sin su aporte calórico. A través de microencapsulación de lípidos o emulsiones dobles (agua-en-aceite-en-agua), los investigadores logran retener gotículas microscópicas de aceite rodeadas por capas de agua, generando una sensación untuosa y lubricante con hasta un 70 % menos de grasa total.

Estas emulsiones inteligentes permiten formular aderezos, mayonesas o postres con perfil light, pero con la misma experiencia sensorial. Además, se emplean proteínas vegetales y biopolímeros para estabilizar la estructura, aumentando la sensación de cuerpo y persistencia en boca.

 Crocancias inteligentes: ingeniería del sonido y la fractura

La crocancia es uno de los atributos más codiciados por los consumidores. Su percepción no solo depende de la dureza del alimento, sino del sonido que produce al romperse.

Mediante técnicas de horneado controlado, extrusionado y aireado, es posible obtener matrices porosas que expanden los almidones y proteínas sin necesidad de freír. Este proceso reduce drásticamente las calorías y los aceites, pero conserva el sonido característico que el cerebro asocia con placer y frescura.

En Japón y Europa, algunas empresas desarrollan “chips acústicos” con sensores que miden en tiempo real la relación entre fractura y percepción sonora, creando perfiles de crocancia personalizados para diferentes mercados. Así, un snack puede ser reformulado para resultar más crujiente en Asia o más aireado en América Latina, según las preferencias culturales.

Grasas sensoriales sin grasa

Reproducir la sensación grasa , esa lubricación cremosa que recubre la lengua, es uno de los mayores desafíos del desarrollo saludable. La solución llega desde los hidrocoloides, polímeros naturales (como goma xantana, pectina o alginatos) capaces de formar estructuras que se deslizan como lípidos sin aportar calorías.

Nuevos biopolímeros obtenidos por fermentación microbiana incluso pueden activar los receptores de placer oral, generando la misma percepción táctil que la grasa tradicional. En productos plant-based, estos compuestos logran texturas más indulgentes sin comprometer el perfil nutricional. Algunos helados veganos, por ejemplo, utilizan combinaciones de fibra soluble y proteínas de avena para crear una sensación cremosa y persistente que rivaliza con la versión láctea.

Además, los fabricantes están recurriendo a aeración controlada: incorporar microburbujas de aire para aumentar el volumen aparente y la sensación de ligereza. Este método no solo mejora la textura, sino que también modula la percepción calórica del consumidor, reforzando la idea de un placer “sin culpa”.

 Digitalización sensorial: IA y gemelos digitales del sabor

La digitalización llegó también al mundo de la textura. Con el avance de la inteligencia artificial y el modelado computacional, los investigadores desarrollan gemelos digitales del alimento, réplicas virtuales que simulan sus propiedades físicas y sensoriales. Estas herramientas permiten prever cómo un cambio en la formulación —por ejemplo, reemplazar aceite por fibra— modificará la percepción de cremosidad o crocancia.

Empresas como NotCo o Givaudan utilizan algoritmos de machine learning que cruzan millones de datos de sabor, textura y composición para encontrar combinaciones equivalentes a ingredientes tradicionales. Así, un sistema puede sugerir qué mezcla de proteínas vegetales reproducirá la sensación grasa de la leche o qué tipo de almidón inflado creará el sonido de una papa frita sin freír.

La digitalización sensorial acelera el desarrollo de productos funcionales porque reduce las pruebas físicas y permite ajustar la textura con precisión milimétrica antes de llegar al prototipo. En la práctica, la IA se convierte en un “ingeniero sensorial virtual” que equilibra placer, nutrición y sostenibilidad.

Casos reales y aplicaciones industriales

La ingeniería sensorial no es un experimento académico: ya está transformando la industria alimentaria global.

  • Danone y Nestlé Health Science aplican técnicas de diseño sensorial para crear productos destinados a adultos mayores o pacientes con necesidades especiales. Las texturas adaptadas , más cremosas, menos viscosas o más fáciles de tragar, mejoran la adherencia y el disfrute, factores clave en la nutrición clínica.
     

  • Givaudan y Bühler formaron una alianza para construir una biblioteca sensorial de texturas, donde se recopilan datos acústicos, reológicos y táctiles de cientos de productos. Estos bancos de datos permiten desarrollar matrices plant-based con perfiles de mordida, fractura o lubricidad personalizados.
     

  • NotCo (Chile) utiliza inteligencia artificial para replicar la textura y la sensación en boca de alimentos animales en versiones 100 % vegetales. Su algoritmo “Giuseppe” predice qué combinaciones de ingredientes naturales generan la misma cremosidad o elasticidad.
     

  • Nuritas (Irlanda) explora péptidos bioactivos que modulan la percepción de saciedad y placer, vinculando nutrición funcional con bienestar emocional.

Estos ejemplos evidencian un cambio de paradigma: el placer ya no es el enemigo del alimento saludable, sino su aliado estratégico.

Más allá del sabor: placer, bienestar y sostenibilidad

En el contexto actual, donde los consumidores buscan experiencias alimentarias placenteras pero conscientes, la ingeniería sensorial se convierte en un puente entre tres valores: salud, bienestar y sostenibilidad.

Los alimentos funcionales enfrentan un dilema clásico: mejorar la composición nutricional suele alterar su textura o sabor. La ingeniería sensorial resuelve este conflicto al ofrecer tecnologías que compensan la pérdida de indulgencia mediante diseño estructural, sin recurrir a aditivos artificiales.

Esta revolución textural no solo mejora la experiencia del consumidor, sino que promueve una alimentación más sostenible. Al reducir grasas, azúcares y procesos de fritura, disminuye el impacto ambiental y la dependencia de ingredientes críticos. En el caso de las proteínas vegetales, las texturas avanzadas permiten sustituir fuentes animales sin sacrificar el placer de comer.

Además, el concepto de “placer saludable” redefine la comunicación y el marketing de los alimentos funcionales. El consumidor actual no busca solo beneficios fisiológicos, sino emociones positivas asociadas al acto de comer. En este sentido, la ingeniería sensorial se convierte en un componente emocional del producto, capaz de generar fidelidad y bienestar simultáneamente.

 

Conclusión

La próxima generación de alimentos funcionales no se definirá únicamente por su formulación bioactiva, sino por su capacidad de emocionar. La ingeniería sensorial y la ciencia de las texturas están cambiando el paradigma: ya no se trata solo de nutrir, sino de encantar.

A medida que las tecnologías se vuelvan más accesibles y los algoritmos sensoriales más precisos, veremos productos que equilibran placer, salud y sostenibilidad con la misma naturalidad con que hoy disfrutamos una porción de chocolate o un pan recién horneado.

El futuro de la alimentación saludable será táctil, acústico y emocional. Y estará diseñado, desde su microestructura hasta su sonido, para recordarnos que el bienestar también puede crujir, fundirse y deleitar.